San Juan




SAN JUAN, EL FUEGO ESTIVAL
En el solsticio de verano es la época de las fiestas de fuego que se han celebrado antes de nuestra era, aunque se han llamado San Juan. Este solsticio marca el gran momento cuando el rey Sol en su curso de la rueda del año ha ido subiendo se detiene para comenzar una especie de marcha atrás sobre sus pasos. Así podemos imaginar nuestros ancestros realizando un festival de fuego no sólo para ayudar a seguir alumbrando al Rey, sino también conjurar cualquier peligro oculto en la oscuridad que crecía hacia el invierno.
Esta fiesta ha prevalecido en la mayor parte del mundo occidental. Si nos remontamos a la edad media los tres rasgos principales del festival de fuego estival eran: las hogueras, las procesiones de antorchas por campos y caminos y la costumbre de echar a rodar una rueda simbolizando que el sol tras alcanzar su máximo apogeo en altura comienza a descender de aquí en adelante.
También se quemaban huesos y basura para ahuyentar dragones, espíritus de aire y duendes perniciosos que excitados por el calor copulaban al aire libre y envenenaban los ríos y pozos con su semen.
No es extraño bailar alrededor de la hoguera: en Alemania del siglo xv se hacía, llevando guirnaldas de artemisa y verbena y miraban el fuego a través de la menta poleo para mantener los ojos sanos. Todo aquel que se marchaba arrojaba la artemisa y la verbena al fuego: “que toda mala suerte me deja y se queme aquí con esto”. En Sierk la rueda era prendida en fuego y se le dejaba rodar clina abajo hasta el río, si la rueda llegaba al río se pronosticaba una buena vendimia.
Así el fuego de San Juan marca la mitad de la vida de Dios, que comienza a palidecer frente a su ciclo entre las luminarias, ciclo que completará en el otro solsticio del año.
Es una época de renovación, donde las siembras de los meses anteriores comienzan a despuntar, las frutas comienzan a crecer y a madurar, la época de la flor queda atrás, es hora de prepararnos para la vendimia del año, la época donde los esfuerzos parecen fructificar. Los ritos pasan por todo lo que señale al fuego como centro de los mismos. La limpieza con plantas mágicas o amargas se señalan como ideales. A la artemisa, ruda, verbena, etc. se le unen dos plantas marcadas por el ciclo solar: el muérdago y el helecho.
El muérdago era recolectado desde tiempos de los druidas en la noche del 23, antes de San Juan, este muérdago llamado también Rama Dorada, pues en él se guardaba la vida del roble y a la vez de Balder el Dios, cuya planta era capaz también de matarle. Pero el muérdago también guardaba los rayos del sol para sobrevivir en el invierno. Para los antiguos el muérdago daba la vida al roble, pero también la podía quitar, así el muérdago era una rama solar o dorada.
El helecho, sus semillas poseen la capacidad de prenderse en fuego con mucha facilidad y es en junio cuando están maduras. Se decía que se descubre el oro al llevar un helecho en la mano en San Juan o solsticio. El helecho sus hojas y semillas, permiten conquistar los tesoros y conseguir repuestas a nuestras vicisitudes. Hay creencias que si se encuentra la efímera flor de helecho y se coloca con el dinero, este crecerá por las oportunidades que se traen. El muérdago, como el helecho, se recoge en San Juan y navidad. Incluso un tallo de muérdago bajo la almohada se usa para sueños proféticos. Esta rama ha sido considerado una gran defensa contra encantamientos y brujos.
En la Noche de San Juan es la luz y el fuego los reverenciados, una fiesta donde la Diosa sirve al Dios, que ha acumulado su máximo poder y comienza a decaer. En muchas partes del mundo es una noche de predicciones, de augurios y de comenzar el nuevo ciclo del año. Algunas tradiciones bailan tambor como homenaje al santo que lleva su nombre, en otras la noche evoca la aparición de la capacidad de ver el futuro, se leen hojas o cualquier otro objeto, se hacen quemas simbólicas de cosas y estados que quieren que se desaparezcan o para hacer un rito de paso hacia otro estado. No hay una manera específica pues la tradición del festival del fuego se ha enriquecido de los años y siglos que ha permanecido en nuestra conciencia y como tesoro velado de nuestro inconsciente colectivo, esa historia velada que nos coloca con las manos sobre la madre Tierra mirando al sol y sembrando para cosechar nuestro presente y futuro.
2011/Molpo

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